Viajar es realmente fabuloso. Claro, todo depende de cuál sea el propósito del viaje. No es igual viajar por turismo, que por negocios o por un evento no muy agraciado. Lo cierto es que constituye una mezcla de sensaciones y emociones. La fórmula lleva un poco de temor, de expectativa, de estrés, entre otras cosas.
Todo esto comienza incluso antes del viaje. Que si comprar pasajes, reservar alojamiento, solicitar VISA si corresponde, comprar ropa según la estación, etc. Cuando llega el momento del viaje comienzan otras andanzas. Aquí nos preocupamos por estar a tiempo en el aeropuerto, de tener todo en regla para el check in, estar pendiente de los anuncios de salida del vuelo, del bus, del ferry, rogar no haya inconveniente alguno con nuestro equipaje o que los nunca deseados retrasos nos hagan perder la conexión si es este el caso. El relax llega una vez que estamos dentro de nuestro medio de transporte. Tendremos tiempo para leer un buen libro, oír música, ver una película, comer, etc.
Me gusta viajar. Para mí es una de las experiencias supremas de la vida. Visitar lugares, penetrar sus entrañas, mezclarte con su gente, con su modo de hablar, de pensar, sus costumbres, caminar sus calles, probar su comida, sentir sus olores. Sin dejar de ser una opción válida para muchos, sobre todo las personas de edad avanzada o con alguna capacidad reducida, no comulgo con los Tour de autobús. Esos en los cuales haces turismo, recorres las calles pero un vidrio te separan de todo.
También pienso que una cosa es visitar y otra conocer un lugar. Para conocer hay que vivir en él. Compartir lo bueno y lo malo, disfrutar de lo noble que te ofrece y también experimentar sus penurias. Una fórmula que yo siempre trato de aplicar es hacer turismo a pie. Caminar, caminar mucho. Visitar no solo los sitios turísticos que te dicen los mapas de las oficinas de información turística, sino los que pasan inadvertidos, los que están llenos de cotidianidad, de gente del lugar, donde los turistas casi no llegan. Esos son los sitios que más te impregnan, que más información te dan. Un mercado, un bar, un restaurante popular, una plaza en la que te puedas sentar a conversar con alguien del lugar, hasta una lavandería. Trato, en la medida de lo posible usar el transporte público, sus autobuses, los subterráneos o cualquier otro existente. También vale oír su música, conocer sus manifestaciones culturales y ¿por qué no? Hasta asistir a algún evento deportivo.
La gastronomía es otro tema importante. En no infrecuentes ocasiones la comida típica de restaurantes ha pasado por un proceso de tamizaje, de refinamiento, que le roban su esencia. Lo mejor es probar la comida en sitios de comida popular, donde lo principal sea la comida y la limpieza y no tanto el lujo y la presentación. Como anécdota les cuento que en un viaje a Ecuador, fui con unos amigos a comer el tradicional ceviche, pero no de restaurante sino de calle. Recuerdo que fuimos caminandito por unos pocos pesos y en un carrito ambulante nos comimos uno de los mejores ceviches que he probado en mi vida.
Así que, no lo piensen mucho. ¡A viajar!
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